Y no sólo se
extinguieron los dinosaurios, sino también cerca de la mitad de todas las
especies, en particular de las marinas.
Richard
Dawkins describe
magistralmente este impacto en El cuento del antepasado:
Debido a su alta velocidad en
relación a la de la Tierra, estos enormes objetos liberan, en el momento del
impacto, una inmensa cantidad de energía. Una herida por arma de fuego está
caliente debido a la velocidad de la bala; cuando un meteorito o cometa
colisionan, lo más probable es que vayan aún más rápido que la bala que sale de
un rifle de alta velocidad, con la particularidad de que, mientras que la bala
pesa apenas unos gramos, la masa el proyectil celeste que puso fin al Cretácico
y aniquiló a los dinosaurios se podría medir en gigatones. El ruido del
impacto, un estallido que debió de dar la vuelta al planeta a mil kilómetros
por hora y de dejar sordas a todas las criaturas que no hubiesen muerto
achicharradas tras la explosión, asfixiadas por el golpe de viento o del
tsunami de 150 metros que surcó como una exhalación los mares hirvientes, o
pulverizadas por un terremoto mil veces más violento que el más virulento de
los terremotos provocados por la falla de San Andrés. Y ésas sólo fueron las
consecuencias inmediatas, después llegaron los efectos colaterales: los
incendios que devoraron todos los bosques y selvas del planeta, y el humo, el
polvo y la ceniza que velaron el sol durante un invierno nuclear de dos años de
duración que acabó con la casi totalidad de las plantas y cortó de cuajo las
cadenas alimenticias del mundo.
No cuesta
imaginar que algo así arrasara con la vida… lo difícil de imaginar que es aún
sobrevivieran algunas criaturas. Pero si aún no os parece suficiente, esta
catástrofe se queda pequeña si la comparamos con una anterior, la que
corresponde a la extinción en masa que señala el final del Pérmico, hace
unos 250 millones de años, en la que desaparecieron casi el 95 % de todas las
especies. Según investigaciones recientes, la causa pudo ser otro meteorito,
aún más grande que el que se precipitó en el Cretácico, hace 65 millones de
años.
Este artículo es un extracto del artículo publicado en el blog XATAKACIENCIA por su autor, Sergio Parra.
La publicación de artículos de su blog se está haciendo con permiso expreso del autor, bajo petición de la administradora de este blog.
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